- Países
- Países Bajos y Bélgica
- Distancia
- 750 km
- Duración
- 15 días
- Terreno
- Llano
- Dificultad
- Baja
- Año
- 2000
- Fechas
- 1 Ago 2000 al 15 Ago 2000
Ésta fue la primera ruta en bici que realizamos fuera de España y, como no podía ser menos, la hicimos por los Países Bajos y Bélgica.
Transcurrió entre los días 1 al 15 de Agosto del año 2000 y pedaleamos casi 750 km, pero no fue todo recorrer los fietspaden de estos países, además también hicimos kilómetros en tren y ferry.
Las distancias mostradas en los títulos de las etapas corresponden sólo a las que hicimos en bici, en algunos casos las distancias reales son mayores, tenlo en cuenta si decides seguir nuestra ruta.
La ruta
El viaje comienza en Bruselas y de allí partimos hacia los Países Bajos, dando la vuelta a casi todo el país, finalmente volvimos a entrar en Bélgica por Brujas hasta finalizar en Bruselas.
La razón de que hubiésemos incluido Bélgica en el viaje fue que el billete de avión a Bruselas era mucho más barato que un vuelo a Amsterdam. Además que en Bélgica hay tantas infraestructuras para practicar el cicloturismo como en los Países Bajos y realmente vale la pena visitar ambos países.
Las bicis
Para realizar este viaje se podría elegir prácticamente cualquier tipo de bicicleta ya que el terreno es siempre llano y asfaltado. Nosotros decidimos llevar nuestras propias bicicletas de montaña porque ya las teníamos acondicionadas para poder transportar las alforjas y la tienda de campaña. Otra razón para llevar la bicicleta desde España es que en los Países Bajos los alquileres son caros y además nos evitamos depender de una empresa de alquileres y tener que volver al punto de salida para devolverla. Teniendo en cuenta que el billete de avión permite llevar hasta 20 kg, el transporte de la bici es gratis. El único inconveniente es que nos las roben, aunque es difícil, sobre todo debemos tener cuidado en ciudades grandes.
[nota]: Este texto fue escrito en el año 2000, a día de hoy, año 2017, no se puede llevar la misma carga de forma gratuita pero aun así transportar una bici dentro de Europa no es muy caro, más o menos 50 EUR, dependiendo de la compañía aérea.
Bruselas – Amberes (53 km)
Bruselas, 1º día
El día anterior salimos de Vigo e hicimos escala en Madrid con destino al aeropuerto internacional de Bruselas con la aerolínea Sabena.
Cuando llegamos era de noche y llovía y no teníamos las bicicletas, ni el equipaje ni a donde ir, así que no tuvimos otra opción más que quedarnos a dormir en un banco del aeropuerto. Era el inicio de una gran aventura.
Bruselas, 2º día
Visita cultural por Bruselas: Nuestro equipaje todavía no había aparecido, así que subimos a un tren que nos llevó al Centrum y allí nos dedicamos a visitar casi toda la ciudad. Esa noche dormimos en un albergue juvenil de los cuatro que hay en Bruselas. Se llamaba Jacques Brel y estaba muy bien acondicionado.
Bruselas, 3º día
Nos levantamos temprano y regresamos al aeropuerto. Las bicicletas y todo el equipaje por fin estaban allí. Queríamos volver a tomar Amberes 424 años después de ser saqueada por los primeros españoles (1576).
Comenzamos nuestro viaje desde el mismo aeropuerto hacia el norte. El día era bueno, ni frío ni calor. Al principio todo era confuso por los nombres tan parecidos de algunos pueblos, nos sucedió por ejemplo con Machelen y Mechelen, a escasos 20 km uno de otro; pero en cuanto te acostumbras a guiarte por las señales ya no hay problema.
Por el camino nada reseñable, excepto que pasamos cerca de Grimbergen, donde los padres norbertinos elaboran la preciada cerveza. También pasamos por delante de una fábrica de Maes.
Todo el camino llano y algo de lluvia llegando a Amberes. Nos alojamos en el único albergue que hay en la ciudad. Está en un parque, a la entrada de la ciudad, y justo al lado hay un camping.
Por la noche fuimos a tomar algo por la zona vieja y paseamos por todo el centro, incluyendo el barrio rojo. El albergue estaba bien comunicado por bus y tranvía, pero hay que tener cuidado con los horarios si no quieres quedarte tirado como casi nos sucede a nosotros.
Amberes – Breda (107 km)
Amanece despejado. Ese día tocaba entrar en los Países Bajos y todo marchaba bien. La etapa fue una de las más largas pero no nos importaba porque en Breda, cuya rendición inmortalizó Velázquez, nos esperaban unas fabulosas cervezas y noche de rumbas y salsa.
Elegimos un camping pues no había albergues. El camping estaba un poco alejado de la ciudad, pero no era problema porque teníamos nuestras bicis. Lo peor fue volver a las 4 de la mañana por unos caminos que no se veía nada y además un poco … :*)
Breda – Rotterdam (29 km)
Estábamos cansados, sin resaca, pero cansados, así que decidimos coger un tren que nos llevase hasta Dordrecht; unos 40 km.
En los trenes holandeses hay que pagar un suplemento por llevar una bicicleta, nosotros no lo hicimos, porque no lo sabíamos. Esa vez no tuvimos problema, pero más adelante acabaría dándonos algún disgusto.
Camino de Rotterdam decidimos hacer una parada en Kinderdijk, donde nos bañamos en una playa fluvial y visitamos los 19 molinos que componen este fabuloso patrimonio de la humanidad.
Ese día no encontramos sitio para comer y teníamos que llegar a Rotterdam pronto porque cerraba la recepción del albergue, así que no nos quedó otro remedio que volver a coger un tren desde Barendrech.
En 10 minutos llegamos a Rotterdam-Centrum y a poca distancia estaba el albergue.
Allí un australiano nos invitó a un plato de spaghetti que el mismo había preparado. Por la noche, jarana. Entramos en casi todos los pubs que había por allí, muchos con música árabe e india y nada de rumbas, muchos locales de kebab, algo nuevo para nosotros ya que no se conocían en España.
Cabe mencionar también el Hotel California, famoso en la zona por sus explosivos cócteles.
Rotterdam – Utrech (50 km)
Después de una noche de farra pensamos que lo mejor era no levantarse muy pronto, así que salimos del albergue a eso de las 12. Como Rotterdam es una ciudad muy grande decidimos ir a dar una vuelta en bici por el centro. Nos acercamos hasta la torre Euromaster y dimos un paseo por los muelles principales e incluso pasamos por un mercadillo. Al ser domingo apenas había tráfico.
Como ese día estábamos muy cansados cogimos un tren hasta Gouda, donde elaboran el famoso queso.
En ese tren nos metieron un palo con el multazo por no llevar el billete correcto. Habíamos comprado unos tickets con descuento para estudiantes pero nos dijeron que no nos servían.
Era tal el disgusto que comer era lo mejor que podíamos hacer en esos momentos. Entramos en un pequeño restaurante del centro y después nos echamos una siesta en un parquecillo.
Por la tarde pedaleamos sin parar hasta Utrech, famosa por el Tratado en el que España perdió Gibraltar.
Allí vimos la torre más alta de los Países Bajos. — Todo eso me hizo recordar grandes momentos tuneriles, y con eso aprovecho para saludar a mi amigo Diego Junior cuando lea estas líneas —
Llegamos destrozados al camping con piscina que estaba en las afueras, pero fácil de encontrar.
Esa noche la pasamos jugando a las cartas, bebiendo cerveza y comiendo unas salchichas que sabían a sapo muerto. – ¡Quiero una Estrella y un pincho de tortilla! –
Utrech – Kampen (118 km)
Ese día pensábamos hacer un montón de kilómetros, pero al final se quedó en nada.
Salimos temprano del camping como todos los días.
A partir de esta etapa el paisaje empezó a cambiar haciéndose más rural. Además pisamos algo del parque natural de Utrechtse Heuvelrug.
Acabamos comiendo en un bonito pueblo del mar llamado Elburg.
Después de la pertinente siesta – algunos sólo saben dormir – reanudamos camino saltando a la isla en una barcaza en Harderwijk. El camino lo seguimos paralelo a la costa hacia Kampen.
Nada más cruzar el puente se encuentra un área de recreo y un camping llamada El Conejo — no recuerdo como se decía en holandés —
Kampen – Urk (67 km)
Ese día queríamos llegar hasta Enkhuizen, al otro lado del mar de Issel pero, como luego nos enteraríamos, no había ferris a todas horas, así que sólo llegamos hasta Urk.
Dejamos Kampen a nuestras espaldas atravesando su gran puente levadizo y llegamos a comer a Blokzijl, porque según el libro amarillo (edición española de la Guía de Holanda) estaba muy bien.
Y así fue, comimos sentados en un banco, mientras observábamos como la gente se divertía con sus veleros.
Era un pueblo pequeño pero con un puerto deportivo muy grande, porque parece ser que la gente va desde allí, a través de los canales hasta mar abierto para navegar.
Después de comer empezó a llover, pero a medida que pasaban las horas dejó de hacerlo y el calor se hizo sofocante. Menos mal que en el camping de Urk había piscina.
Urk es un pueblo pesquero y turístico que antiguamente estaba en una isla, pero que tras los rellenos y la reconversión de los canales pasó a formar parte del continente.
Urk – Amsterdam
A las 10:30 de la mañana salía el ferry del puerto. Nosotros llegamos 10 minutos tarde pero tuvimos suerte y el barco no se había ido. Subimos las bicicletas y en dos horas estábamos en Enkhuizen, justo en la costa de enfrente.
A partir de este momento el paisaje se hizo más urbano y era como ir todo el rato por una calle camino de Amsterdam.
Paramos a comer en Edam, otra ciudad conocida por sus quesos. Decidimos que ya estaba bien de pasar penurias, así que entramos a comer en un buen restaurante a darnos la gran panzada. De postre queso y siesta.
El resto del viaje hasta Amsterdam no tuvo nada de especial.
Al llegar al camping nos dijeron que no había sitio así que llamamos a un albergue, donde si había. Estuvimos tres horas buscándolo por todo Haarlem, barrio que dio nombre al homónimo de NY, hasta que al final, ya de noche, la policía nos informó que ese albergue estaba en La Haya. – A día de hoy aún nos preguntamos como es que toda la gente a la que le enseñamos la dirección, no supo decirnos que no era una calle de Amsterdam, ni siquiera viendo el código postal o el prefijo del número de teléfono. Y lo que es peor, la recepcionista del hostal, con la que hablamos por teléfono para preguntarle cómo llegar y a la que le dijimos que estábamos delante del Rijksmuseum, no supo decirnos que estaba en otra ciudad –
Era ya de noche y regresamos al camping porque allí había un buen parque para echar una cabezadita y así lo hicimos hasta que vino la policía y muy amablemente nos echó. Ese día acabamos durmiendo en el césped a la orilla de un canal.
Amsterdam – Brielle (131 km *)
* Los km recorridos en esta etapa son menos de los que indica el título, lo que sucede es que olvidamos anotar los que habíamos hecho al llegar a Amsterdam.
Esa mañana nos despertamos con la luz del alba. Montamos en nuestras bicis y nos dirigimos hacia la Central Station. Allí cogimos un tren con destino a La Haya. El Gran Jurado nos esperaba.
El tiempo en La Haya era lluvioso y nos recordó al típico día de orvallo en Santiago de Compostela.
No paraba de llover y cuando ya habíamos tirado la toalla, un rayo de sol iluminó nuestro camino. Decidimos reemprender la ruta antes de que volviese a llover.
A medida que nos alejábamos de la ciudad el tiempo mejoraba. El sol se hacía más intenso, incluso sofocante.
En esta zona se encuentran la mayoría de los invernaderos del país, y hay grandes extensiones dedicadas al cultivo de plantas; aunque como no era temporada no pudimos ver ni un solo tulipán.
Cada vez estábamos más cerca de las islas Zeeland, conocidas por sus interminables playas de arena blanca y su clima agradable y soleado. Ya hacia la tarde llegamos a Maasluis. Allí tomamos un barco hasta Rozenburg.
Esa noche nos quedamos a dormir en el camping de Brielle.
Brielle – Domburg (97 km)
Esta sería la etapa más calurosa de todas, superando los 30º C.
En la zona de las Zeeland se han construido unos obras de ingeniería casi faraónicas. Kilométricos puentes-dique unen las islas y controlan el flujo de agua que inunda los canales de los Países Bajos, impidiendo que se convierta en una nueva Atlántida.
Bajo un sol de justicia llegamos a Renesse. En pleno centro del pueblo aprovechamos para comer y tomar unos helados.
Y, como no iba a ser menos, a primera hora de la tarde nos fuimos a la playa. Echamos la siesta y hacia el final de la tarde reemprendimos viaje.
Casi a la noche llegamos a Domburg. Esta vez dormimos en un camping-granja, regentada por un hombre que nos recordaba a Papa Noel, pero esa noche no iba a haber regalos, más bien una desagradable sorpresa. Cuando nos dirigimos a la despensa que tan amablemente nos había indicado, descubrimos que toda la comida tenía dueño, y como el camping no tenía cafetería ni restaurante, tuvimos que vagar de noche en busca de un sitio donde comer. Finalmente hallamos un club de hípica donde pudimos comprar unos bocadillos.
Domburg – Brujas
Nuestras horas en territorio holandés estaban contadas. Ya temprano por la mañana recogimos el campamento y emprendimos camino.
Esa mañana hicimos una parada en Middleburg. Aprovechamos para comprar prensa española y unos tulipanes (en realidad unas bolsas de bulbos que ya hemos visto florecer )
Al llegar a Vessburg tomamos el barco hasta Breskens. Era un ferry de varias plantas, con restaurante y de todo, pero el viaje sólo nos costó 1 NLG !! Algo impensable para los precios del país.
Ya en la otra orilla seguimos el viaje en bici. Un canal interminable guiaría nuestro camino hasta la misma ciudad de Brujas.
Allí hicimos un par de llamadas y nos indicaron un camping en las afueras, concretamente en St. Michiel. A unos 10 minutos en bici del centro.
En el camping, junto con nosotros, había varios españoles, entre ellos unos granadinos.
Por la noche cenamos en una terraza y salimos por el centro. Había una marcha increíble. Además se celebraba un happening en una plaza céntrica y todo estaba abarrotado. El único problema fue que sobre las 4 de la mañana se acabó todo y la gente desapareció de repente.
De vuelta al camping pasamos por una panadería inmensa y nos regalaron un pan de molde más duro que una piedra, así que nos acostamos con el estómago vacío.
Brujas – Gante (86 km*)
* Los km recorridos en esta etapa son menos de los que indica el título, lo que sucede es que de nuevo olvidamos anotar los que habíamos hecho al llegar a Brujas.
De mañana salimos hacia la estación del tren y nos dirigimos a Gante.
Gante, 1º día
Buscamos un camping y acabamos en un centro recreativo inmenso que tenía, además de camping, un lago con playa, pistas deportivas y una pista artificial de ski en la ladera de la colina cercana al lago.
Nos dirigimos hasta la ciudad en un bus que pasaba cerca del camping. Recorrimos las calles principales en tranvía y, cómo no, había también un barrio rojo. Ya hacia la noche tomamos algo en una terraza y volvimos al camping, ya que a partir de cierta hora cerraban la verja de entrada, que estaba a más de 5 minutos en bus de la recepción.
Aprovechamos la noche para darnos un baño en el lago, pero el agua estaba congelada.
Como estábamos algo cansados decidimos que podíamos quedarnos dos días en Gante.
Gante, 2º día
Este día lo dedicamos para hacer una visita cultural por los principales monumentos de la ciudad.
Cabe destacar una pasarela circular que montaron en una plaza. De su centro colgaba una cesta de flores inmensa (la mayor del mundo, según el Guinness). Se podía subir en ascensor a la pasarela, desde donde se veían los principales edificios de Gante.
El resto del tiempo lo pasamos descansando en el camping, nada especial.
Gante – Bruselas (4 km)
Otro tren nos llevaría hasta el destino final: Bruselas.
Al llegar aprovechamos para ver la parte de la ciudad que no habíamos visto los primeros días.
Visitamos los edificios del Consejo de Europa, la sede de la UE y otros sitios importantes.
Como curiosidad vimos un megalito con ventana (algo así como un menhir de Obelix pero con un hueco en medio), pero eso no fue lo curioso, si no que al lado había una placa de granito de O Porriño y estaba cedida por la Xunta de Galicia.
A primera hora de la tarde volvimos a la zona de la Grand Place y nos quedamos para comer.
Todos los restaurantes estaban abarrotados y tuvimos que esperar un poco por una mesa, pero al final conseguimos zamparnos unas pitas (no confundir con el kebab) en un restaurante griego.
Después de comer volvimos a la estación y un tren nos llevó hasta el aeropuerto. Todo el dinero que nos quedaba lo gastamos en cervezas nacionales, muy buenas, por cierto.
El avión llegó a Madrid por la tarde y de allí volvimos a Vigo.
La aventura había acabado. ¡Pero volveremos!
Esta ruta recorre Bélgica, Países Bajos